Si supiéramos qué somos, haríamos lo que hizo Arthur Jermyn, que empapó sus ropas de petróleo y se prendió fuego una noche. Nadie guardó sus restos carbonizados en una urna, ni le dedicó un monumento funerario, ya que aparecieron ciertos documentos, y cierto objeto dentro de una caja, que han hecho que los hombres prefieran olvidar.
- H.P. Lovecraft, Hechos tocantes al difunto Arthur Jermyn y su familia
A esta altura de los acontecimientos, podemos decir que no es difícil encontrar subtexto desviado en H.P. Lovecraft. Por algo arranqué hace unas semanas con una lectura sobre el homoerotismo en algunos cuentos de este autor, y luego lo seguí con un análisis de La Sombra Fuera del Tiempo en clave trans. Pero hay otra experiencia que se siente íntimamente queer en las obras de H.P. Lovecraft: el sentir que el monstruo es unx mismx.
Lovecraft exploró esta idea más de una vez. Una de las más infames es Hechos tocantes al difunto Arthur Jermyn y su familia, un cuento relativamente temprano (es de 1920, anterior a la mayoría de sus obras más conocidas) en el que hace gala de su racismo al contar la historia del último miembro de una familia aristocrática y decadente que descubre una ascendencia inesperada en su árbol genealógico.
Pero tal vez la versión más acabada de esta idea en las obras de Lovecraft está en La Sombra Sobre Innsmouth, la única novela del autor que fuera publicada como libro durante su vida. En esta, el autor describe una ciudad económicamente próspera pero moralmente decrépita. El protagonista investiga y descubre la verdad: la bonanza económica es consecuencia de un pacto siniestro de los lugareños con una raza de humanoides marinos, los Profundos. A cambio de riquezas del fondo del mar, los habitantes de Innsmouth se cruzaron con los Profundos, produciendo descendencia híbrida. Los jóvenes de Innsmouth parecen humanos, pero en la medida que su vida avanza van tomando facciones de pez cada vez más fuertes, hasta que eventualmente se unen al cardumen bajo las aguas.
El protagonista de la historia es perseguido por los profundos para evitar que el secreto se propague, pero logra escapar. Tras huir, notifica a las autoridades y el gobierno estadounidense ataca el pueblo, exterminando del mundo a la población mestiza.
Mi amor es el mar
El océano, el agua, y sus fantásticos moradores ha sido por siglos una manera de representar la tentación de deseos prohibidos. Tal vez una de las primeras manifestaciones de esta temática sean las sirenas que tentaron a Ulises en la Odisea.
A partir del siglo XIX abundan ejemplos del mar como experiencia queer en la cultura popular, empezando por La Sirenita de Hans Christian Andersen en 1837: la protagonista entrega su voz, su familia y su vida entera por un cuerpo que le permita ser amada por su objeto de deseo (que pese a su sacrificio la ignora, y la condena a convertirse en espuma del mar). Andersen la escribió tras ser rechazado por Edvard Collin.
Más cerca en el tiempo tenemos a La Criatura de la Laguna Negra, el último monstruo icónico de Universal Studios, una película que desborda homoerotismo pese a haber sido producida en el peor momento de las listas negras del macartismo:
Por supuesto, la adaptación de La Sirenita de Disney es aún más queer que la original gracias al aporte creativo de Howard Ashman, letrista abiertamente gay. Ashman, por ejemplo, propuso que el diseño de Úrsula esté basado en la drag queen Divine:
En Los Simpsons, Troy McClure siente tal atracción por los peces que busca un matrimonio de conveniencia con Selma para ocultarlo. CASI COMO SI LOS PECES REPRESENTARAN OTRA COSA.
Más cerca en el tiempo tenemos a La Forma del Agua, de Guillermo del Toro, que nuevamente usa a una criatura acuática para representar un amor condenado por la sociedad:
Y por supuesto: Luca, la película de Pixar cuyo director INSISTE en que es absolutamente no-homo pese a que nadie jamás en su sano juicio leerá a Luca y Alberto como heterosexuales.
La Sombra sobre Innsmouth encaja perfecto en esta línea histórica: un pueblo cuyos habitantes mantiene relaciones sexuales con habitantes del mar, y que a quienes no participan de esa práctica les parece horroroso. En palabras de Zadok Allen, morador de Innsmouth: “El Tercer Juramento no lo quise prestar… Antes muerto que prestarlo.” Deliberadamente o no, Lovecraft eligió una metáfora que se ha utilizado durante siglos para relatar experiencias de diversidad de género y sexual.
El Monstruo Interior
Pero hay algo aún más queer que el sexo con moradores de las profundidades. Tras escapar de Innsmouth, el protagonista del cuento tiene pesadillas recurrentes. Comienza a investigar su árbol familiar, y descubre que tiene un parentesco con la familia Marsh, originaria de ese puerto.
Y entonces empezaron los sueños.
A partir de ese momento mi vida ha sido una pesadilla de lucubraciones y pensamientos tenebrosos. Ya no sé dónde termina la espantosa realidad y dónde comienza la locura.
El narrador cuenta que desde su experiencia en Innsmouth y su indagación en el árbol familiar comenzó a soñar con grandes palacios subacuáticos. Con el pasar de los días y las semanas esos sueños se hicieron más frecuentes. Con el tiempo comenzó a ver que en los sueños él participaba de ceremonias con los Profundos.
Al despertar no lograba acordarme de todo, pero los fragmentos que recordaba habrían bastado para hacerme pasar por un loco, o quizá por un poeta maldito. Por otra parte, sentía un impulso irracional a apartarme de la vida sana y ordinaria que llevaba, y a lanzarme a las tinieblas y la locura.
Esta clase de problema para conciliar el sueño me toca una fibra muy personal. En febrero de 2019, tras mucho tiempo de negación, me terminó de caer la ficha: soy una persona trans. Y apenas esa realidad se hizo inescapable, tuve una crisis de ansiedad fuertísima. El primer efecto fue el insonio. Me costaba conciliar el sueño, y me despertaba un par de horas después con el cerebro a mil. Me dormía parada en cualquier lado. Temí que me echaran del trabajo al que acabada de entrar. Después de varios días sin mejorar, conseguí que un médico de guardia me recetara pastillas, y a la semana arranqué terapia. Pero me costó muchísimo terminar de aceptar que aquello que nuestra sociedad (y, por extensión, yo) considera monstruoso era algo que soy.
En la comunidad trans angloparlante en los últimos años este fenómeno se denomina “cracking”: es la salida del closet ante une misme, usando la eclosión de un huevo como metáfora. Existe un subreddit entero (Egg_irl) dedicado a memes sobre personas trans que todavía no saben o asumen que lo son:
No puedo dejar de leer La Sombra Sobre Innsmouth en esta clave: la de una persona horrorizada por la toma de conciencia sobre su propio devenir monstruoso. De hecho, el propio protagonista incluso considera seriamente el suicidio, algo que también es tristemente común entre personas trans. Pero, afortunadamente para él, su decisión final es otra:
Por ahora no me he pegado un tiro como mi tío Douglas. He comprado una pistola y a punto he estado de acabar con mi vida, pero tuve un sueño que me disuadió. Mi horror y mi ansiedad se han ido relajando, y en ocasiones me siento extrañamente atraído por las desconocidas profundidades de la mar. Ya no temo a las regiones submarinas. Cuando estoy dormido oigo y hago cosas más bien raras, y me despierto exaltado, gozoso, sin la menor sombra de temor. Creo que no debo esperar como los demás a que me venga la metamorfosis. Si lo hiciera, probablemente mi padre me encerraría en un sanatorio, como encerraron a mi pobre primo Lawrence. Un futuro prodigioso me aguarda en los abismos, y no tardará. ¡Iä-R’lyeh! ¡Cthulhu fhtagn! ¡Iä! ¡Iä! No, no me pegaré un tiro… ¡Yo no estoy destinado al suicidio!
Urdiré un plan para que pueda escapar mi primo del manicomio y correremos juntos hacia la mágica ciudad de Innsmouth. Nadaremos hasta el arrecife, nos sumergiremos en los negros abismos hasta la ciclópea Y’ha-nthlei, la de las mil columnas. Y allí, en compañía de los Profundos, viviremos por siempre en un mundo de maravilla y de gloria.
A partir de ser parte de una comunidad (inicialmente no presencial, sino onírica), puede comenzar a concebir una vida entre los Profundos. Nuestro narrador no se mata, ni permite ser internado (algo que al día de hoy sigue sucediendo con distintas identidades patologizadas), sino que abraza su destino monstruoso. Porque la monstruosidad no puede ser destruida, sino sólo momentáneamente combatida:
Los Profundos no pueden ser exterminados jamás, aun cuando a veces la magia arcaica de los Primordiales, hoy olvidada, consiga reducirlos a la impotencia. Ahora descansan, pero algún día, cuando despierten plenamente, se levantarán de nuevo para exigir el tributo que el Gran Cthulhu anhela. Ese día atacarán una ciudad más grande que Innsmouth. Su intención es extenderse por toda la superficie del globo, y para ello cuentan con algo terrible que les ayudará en la lucha.