Pi siempre es más complejo

Sole Zeta
5 min readFeb 7, 2021

π (Pi) es tal vez el número irracional que mejor conocemos quienes no profundizamos el aprendizaje de matemáticas después del secundario. En general, es más recordado por su lugar en la fórmula de la superficie del círculo: πr² (o “piporadioalcuadrado”), pero en realidad es la relación constante entre el diámetro de un círculo y la circunferencia del mismo.

(Gente del palo de las humanidades, tengan paciencia, prometo que esto está yendo a algún lado importante. Hasta les prometo un chiste.)

Distintas civilizaciones calcularon con distinto grado de precisión el valor de Pi desde hace miles de años. De hecho está presente en el Antiguo Testamento:

“ Hizo el Mar de metal fundido, de diez codos de borde a borde. Era enteramente redondo y de cinco codos de alto. Un cordón de treinta codos medía su contorno”

II Crónicas, 4:2

Si un círculo de 10 codos de diámetro tiene su circunferencia medida en 30 codos, entonces Pi es igual a 3. Otras civilizaciones hicieron cálculos más precisos con mayor precisión, cercanos al 3,14 o 3,1416 que se usa normalmente en clases de matemática del secundario de hoy en día. El record para el cálculo de dígitos decimales de Pi es para Emma Haruka Iwao, que en 2019 calculó Pi hasta la posición decimal 31 BILLONES.

Para graficar lo que significa 31 billones: si quisiéramos escribir el número Pi con esa cantidad de dígitos, calculando que en una página de texto entran aproximadamente 3000 caracteres, necesitaríamos más de diez mil millones de páginas… lo que sigue siendo una magnitud difícil de concebir para el cerebro humano. Si en vez de medir en páginas impresas hiciéramos un archivo de texto plano (en el que cada caracter ocupa un byte de espacio), los dígitos decimales de Pi ocuparían 43 terabytes.

Una vez un amigo ingeniero me contó un chiste sobre el valor de Pi. Según él, el valor de Pi varía por disciplina:

  • Para la matemática, Pi es 3,1415926535…
  • Para la física, Pi es 3,14
  • Para la ingeniería, Pi es más o menos 3.

Más allá del chiste, hay una verdad: en la medida que nos acercamos a la realidad tangible, se vuelve menos importante la precisión. El cálculo de Iwao será impresionante como logro computacional, pero a la vez es inútil para cualquier efecto práctico. Es tan preciso que se vuelve inmanejable. La mayoría de las computadoras ni siquiera pueden cargar ese número en memoria, menos que menos usarlo para realizar cálculos, aún si esa precisión sirviera de algo. No puedo dejar de pensar que justamente el ejemplo de la Biblia que da un valor de 3 a Pi es justamente una descripción de una construcción física, no un elaborado cálculo geométrico trazado en la arena o en un papiro.

Tal vez el chiste equivalente en Ciencias Sociales sea “es más complejo”. Ante una consulta preguntando en términos muy concretos sobre determinado concepto o fenómeno, la academia de Sociales siempre contesta “Y, es más complejo”. Y es entendible: Si dedicás tu vida al estudio de un campo relativamente estrecho del conocimiento, es probable que veas aristas que le escapan a una persona lega.

A efectos académicos, esto está perfecto. Al fin y al cabo, si pudiéramos reducir un campo de estudio complejísimo a postulados de dos o tres oraciones no haría falta tener expertxs. El problema es, como siempre, la política.

En algún nivel, la política (no la Ciencia Política, la política como actividad) es a las ciencias sociales lo que la ingeniería a las ciencias duras: la aplicación técnica de la ciencia para intervenir el mundo real. Por política entiendo una amplísima gama de conductas: desde el diseño de políticas públicas para implementar desde el estado hasta la lucha discursiva de militantes (no necesariamente partidaries), incluyendo el sano debate democrático entre la ciudadanía. Y, al igual que la ingeniería, la política requiere de un nivel de abstracción mayor que la academia.

La vida democrática requiere que la ciudadanía participe en mayor o menor medida de los debates de la vida pública. Por supuesto que una persona de a pie no necesariamente tiene la capacitación necesaria para ejercer algunos cargos públicos, pero no por eso es menos importante que tenga opiniones al respecto. Yo no soy economista ni me interesaría serlo, pero tengo opiniones acerca de políticas económicas que implementan los gobiernos. No sería capaz de dar un debate contra profesionales del área, pero eso no quiere decir que no elija a qué referente creerle.

La democracia se enriquece con este debate plebeyo. Y los debates plebeyos demandan un lenguaje plebeyo. Sobre todo, no es exigible a una persona de a pie una comprensión profesional de alguna problemática. NADIE tiene un marco teórico para TODO, porque aún una persona con abundantes pergaminos académicos será tan ignorante como cualquier hijx de vecinx en cualquier otra área del conocimiento humano. De hecho, intuyo que mucha gente del palo de las humanidades habrá sufrido toda la introducción matemática de este texto.

Y sin embargo es extremadamente común que ante un debate plebeyo esa misma persona acote no-irónicamente “Y, es más complejo”.

En algunos casos extremos, la respuesta es mandar a la otra persona a estudiar (como si se pudiera tener una opinión informada sobre TODO). La mejor parodia de este fenómeno fue realizada por nada menos que Natalie Wynn, la mejor filósofa y performer del siglo XXI:

Como le dice Natalie a su personaje Tabby, si para debatir con vos hay que tener una formación de grado específica, no vas a convencer a demasiada gente. Al igual que con Pi, hay grados de profundidad intelectual que sirven para la producción académica, pero son inútiles a la hora de dar debates políticos reales. Nadie jamás convenció a otra persona mandándola a estudiar.

Por supuesto, estoy dando por sentado que hay una intención de convencer a otras personas (tal vez no oponentes, pero si espectadores neutrales) a través de un debate público. Pero sospecho que en muchos casos tal intención no existe: más allá de la producción académica, también existe gente que es pedante por el solo hecho de serlo. Personas cuyo objetivo en un debate no es convencer a nadie, sino manifestar su percepción de superioridad intelectual aunque esto sea inútil o incluso contraproducente para las causas que dice defender.

Si ese es el objetivo, no tengo nada que aportar: mi objeción ahí es a la persona, no al método. Pero si el objetivo es cambiar alguna realidad, el rigor científico puede ser contraproducente, tanto si tenemos que convencer a otra persona como de medir la circunferencia de la decoración de un antiguo altar hebreo.

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Written by Sole Zeta

Chica no binaria twitteando desde la clandestinidad. Escribo cosas. Ideas y nerdaje.

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