
Mi amigo Franco participa en un programa de radio. Cada tanto le doy una mano escribiendo un disparador para su columna. Ayer hizo precisamente eso, pero su pedido me descolocó:
“¿Amiga, podés escribirte algo sobre cómo la identidad de género no se elige?”
Me descolocó. Para mí esta es una verdad evidente. Y es muy difícil explicar algo que es evidente. ¿Cómo explico que el cielo es azul? O sea, podría explicar POR QUÉ el cielo es azul, pero si no compartimos la idea de base de que el cielo es efectivamente azul. Hay algunas cuestiones que son sencillamente verdades axiomáticas, que necesitamos aceptar como puntos de consenso antes de ponernos a discutir otras cosas.
Pero cuando pensaba que no iba a poder resolver esta cuestión, me cayó una ficha: Si la identidad de género fuera una elección, ser hombre sería un lujo.
Uno de los escenarios apocalípticos que se planteaban antes de la sanción de la Ley de Identidad de Género en Argentina (muy similar a los que vemos cuando se debate la Ley Trans en España o legislación similar en el Reino Unido) es que hombres de mala fé usarían esta ley para cambiar su género legal a efectos de obtener beneficios. Y una de las hipótesis principales era la edad jubilatoria.
En Argentina el régimen general de jubilaciones estipula una edad mínima para jubilarse de 65 años para los hombres. Sin embargo, las mujeres pueden jubilarse a los 60 años.
Un “actor racional”, de los que tanto le gustan a los economistas al armar modelos teóricos, no dudaría en cambiar su género legal con 60 años apenas cumplidos. Hoy (noviembre de 2020), la jubilación mínima en Argentina es de $19.035. 5 años de jubilación equivale a 65 pagos de ese mínimo, incluyendo aguinaldos. La cuenta da $1.237.275.
Puesto de otra manera, dado que “no decidir” es lo mismo que “decidir que no”: un hombre cis que elige persistir en esa identidad de género a los 60 años está pagando más de un millón de pesos (en 65 cómodas cuotas) por ese privilegio. ¡Y los hombres trans que hacen su transición legal en el sentido contrario TAMBIÉN sufren ese perjuicio económico!.
En términos lógicos, está clarísimo que la “opción racional” es tener un género legal femenino. Ahora, yendo al mundo real: ¿es esto así? La respuesta es un rotundo NO.
Desde que se aprobó la Ley de Identidad de Género en 2012 hasta 2020 se entregaron sólo 9000 DNIs rectificados. Muchos de ellos son de masculinidades trans. Asumamos que son la mitad.
4500 personas transicionaron legalmente al género femenino en 8 años, en un país de 45 millones de habitantes. Por las dudas, este número no refleja la población travesti/trans TOTAL, sino sólo aquellas personas que hicieron su cambio registral.
¿Cuántas de todas ellas lo hicieron por la jubilación? Parecería ser que una sola. Y no voy a dar su nombre, porque existe la posibilidad de que sea sincera.
Evidentemente, el cálculo racional no es algo que ninguna persona (cis o trans) tome en cuenta para definir su identidad de género. Porque la identidad es algo intrínseco a nuestra existencia: no se elige. Podemos elegir las palabras con las que nos pensamos o describimos.
Pero no elegimos nuestra identidad.
Lo que elegimos es si queremos vivir una vida auténtica o no.