No somos sólo víctimas: por qué la representación trans debe ser en primera persona

Sole Zeta
5 min readFeb 2, 2021

Anoche, preparando la resurrección de un grupo de lectura que tenemos con compas no binaries, estuve leyendo el capítulo sobre personas trans del último libro de unx periodista LGBT bastante conocidx. Quien propuso el texto aclaró que tenía críticas para hacerle, pero a mi me desbordó una sensación:

TENGO LAS HUEVAS AL PLATO DE LEER NUESTRAS EXISTENCIAS NARRADAS POR PERSONAS CIS.

Aún si son personas cis LGB y bienintencionadas.

El texto es una serie de historias inconexas (historias de transición, de discriminación, de expulsión familiar, de violencia) en las que se pinta una imagen catastrófica: la vida trans no puede ser más que trágica.

Por supuesto, hay material para llegar a esa conclusión. Es cierto que las estadísticas de diversas violencias son frecuentemente lideradas por personas trans (sobre todo femineidades, sobre todo pobres). Todes hemos visto a los medios buitres ensañarse con personas trans, tomándonos como objeto de burla. De hecho, ese mismo texto incluye un apartado sobre las violencias a las que fue sometida Zulma Lovato por la picadora de carne de la TV basura.

Pero así como no somos el objeto de burla de los medios, tampoco somos un objeto de lástima. Porque como dijo un gran pensador contemporáneo, lástima no se le tiene a nadie.

Sobre todo, porque nuestras vidas no son una lástima. No somos víctimas, aunque nos victimicen. Somos seres humanos con alegrías y tristezas como cualquier otra persona, con el adicional de que algunos derechos nos son sistemáticamente negados (a veces por el Estado, a veces por la sociedad).

En lo personal, crecí en una época en la que la única visibilidad para el colectivo travesti-trans transitaba por estos dos polos: eramos objeto de burla o de lástima (salvo masculinidades y personas no binarias, que directamente no existían*). En ese contexto, internalicé tanto miedo que sólo pude asumir mi identidad después de los 30 años. Mirando atrás, no es que no hubiera motivos para pensarme trans, sino que sentía pánico. Un pánico alimentado tanto por los informes amarillistas de Rolando Graña como por los espasmos de cierta militancia bien intencionada pero catastrofista. Y ojo, entiendo que a veces cuando estamos en una situación desesperada se comunica como se puede, pero creo que estaremos de acuerdo en que “nunca vas a ser feliz, tu vida va a ser una mierda, nadie te va a querer, nunca vas a conseguir trabajo y te vas a morir antes de los 40” no sería el mensaje que le queremos hacer llegar a jóvenes que están cuestionando su identidad.

Por eso es que me parece fascinante que cada vez más tengamos representación trans hecha por (y para, pero no exclusivamente) personas trans. Con series como Pose o Veneno, por ejemplo. No es que en ninguna de esas obras falten motivos de llanto, por cierto. En ningún momento esconden muchas de las realidades terribles de muchas vidas trans. Pero, al mismo tiempo, como las personas trans somos sujeto y no un mero objeto de esas narraciones podemos ver otras caras: la felicidad de una vida auténtica, los lazos de comunidad, la fiesta.

No iba a dejar pasar la oportunidad de poner una foto de Indya Moore (de Pose), por supuesto

Posiblemente lo mejor que haya leído el año pasado fue Las Malas, la novela de Camila Sosa Villada. Y en una entrevista de hace un par de años ella expresó esto que estoy diciendo mejor que nadie:

Hay como una necesidad permanente de tener un diálogo necrológico respecto del colectivo trans y lo que eso hace es mantenernos confinadas en esa marginalidad. Digo, ¿vos sabés que hay una travesti que es soprano? ¿Vos sabés que hay travestis filósofas? Bueno, yo escribí una novela, lo más legítimo que puedo hacer es defender eso como una escritura hecha por una escritora, no por una prostituta. (…) Es cierto que estamos metidas en un genocidio y que hacen falta políticas de Estado para que no nos maten pero no podemos salir porque hasta con el discurso nos dejan ahí. Las travestis estamos haciendo algo en la sociedad y por eso es importante sacarnos del discurso sólo de la prostitución.

En los últimos años, se está produciendo un nuevo giro: más allá de que la industria cultural establecida nos esté dando más espacios, el surgimiento de plataformas abiertas en las redes sociales nos está dando la posibilidad de contar nuestras propias historias sin atravesar el filtro de los medios tradicionales. Dos de mis consumos favoritos de los últimos años han sido Contrapoints, el canal de Natalie Wynn, y ahora PhilosophyTube, de la recientemente salida del closet Abigail Thorn. Entre ambas suman cerca de dos millones de suscriptores, lo que no es poco para dos mujeres trans hablando de filosofía y polítca.

Justamente Abigail, en su último video, elige hacer de esto un eje central. Incluso hace propia una frase icónica de Natalie, reformulándola:

“Mi identidad no está asentada en el dolor ni en las cosas que otras personas me hacen, sino en las cosas que amo y en los lugares en los que me siento en casa. (…) Miro hacia adentro mío, y me pregunto ‘¿Me siento hombre, o me siento mujer? Y la respuesta es… me siento feliz

Creo que es por acá. No porque haya que dejar de luchar por lo que merecemos, sino porque la lucha y la alegría no son incompatibles. De hecho, el movimiento popular más exitoso de Argentina lo ha entendido perfectamente. Lxs peronistas no ignoramos las conquistas que nos faltan, ni olvidamos el dolor al que fuimos sometidxs (“A pesar de las bombas, de los fusilamientos, los compañeros muertos, los desaparecidos”), pero a la vez nuestra liturgia es fundamentalmente alegre. Sabemos que la cancha está inclinada en nuestra contra, pero igual tratamos de divertirnos en el partido porque la vida es corta y si esperamos a que haya justicia para ser felices nos vamos a morir antes. Tal vez nadie expresó esto mejor que Arturo Jauretche:

Nada grande se puede hacer sin alegría, nos quieren tristes para que nos sintamos vencidos. Los pueblos deprimidos no vencen ni en el laboratorio ni en las disputas económicas. Por eso venimos a combatir alegremente, seguros de nuestro destino y sabiéndonos vencedores a corto o largo plazo

Y precisamente, los distintos movimientos de diversidad son el otro gran grupo que ha entendido esto: que lucha y alegría pueden no ser mutuamente excluyentes, y que incluso enrostrarle nuestra alegría a quienes nos odian es una forma de luchar.

Por eso necesitamos ser quienes contamos nuestras propias historias. Para poder contarlas enteras. Porque sí, somos víctimas de un sistema que nos oprime, pero no somos sólo eso.

(* Me quejo de la invisibilización del colectivo de masculinidades trans pero en todo lo que escribí no mencioné NI UNA obra de/sobre ellos… porque no las conozco. Por favor, acepto sus sugerencias en los comentarios o en Twitter)

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Sole Zeta

Chica no binaria twitteando desde la clandestinidad. Escribo cosas. Ideas y nerdaje.